viernes, 16 de noviembre de 2012

I love Baobabs...


Cuenta la leyenda que, hace mucho, mucho tiempo el Baobab era el árbol más hermoso de todos. Admirado por animales, plantas y hombres, hasta los dioses quedaron embelesados por la belleza del Baobab, de la fuerza de sus ramas, del olor y color de sus innumerables flores, de la frondosidad de su copa, de la suavidad de su tronco..
Los dioses, complacidos por tal hermosura bendijeron al Baobab con una vida increíble mente longeva. Así pues, el Baobab orgulloso, empezó a crecer y a crecer durante mucho tiempo, haciéndose mas y mas fuerte, hermoso y alto. Se hizo tan alto que sus ramas daban sombra a los demás arboles y no les dejaba crecer, helando a las criaturas que pasaran bajo él. Llegó a crecer tanto que, lleno de orgullo, gritó a los dioses que pronto les alcanzaría!.
Los dioses coléricos por semejante desafío y en castigo por su osadía y egoísmo ya que no dejaba cobijarse a ningún animal bajo su sombra para no ser eclipsado por la belleza de ningún otro ser vivo, condenaron al Baobab a ser plantado al revés!, así las hermosas ramas, flores y hojas quedaron enterradas y el Baobab adoptó la forma de unas raíces buscando el cielo.


Procedente de África, no destaca por la belleza de su follaje ni por la vistosidad y aroma de sus flores y frutos; más bien, carece de todo esto, y ahí radica su encanto. Con un aspecto casi prehistórico, aunque no alcanza las dimensiones de una secuoya gigante, lo cierto es que a su lado, cualquiera se siente pequeño.
Tienen su propio ecosistema que forma enjambres Baobabs favoreciendo a las especies ya que proporciona refugio y sustento a varias criaturas, así los elefantes buscan sus hojas y tiras de la corteza para alimentarse y refrescarse con su humedad.
Para los babuinos son un fiesta de frutos, mientras que las aves y las abejas, hacen nidos en los agujeros del tronco, como la mayoría de los viejos árboles son hueco por dentro, por lo tanto se convierten en el hogar de murciélagos frugívoros y gálagos que polinizan las flores antes de caer al suelo para convertirse en alimento de varias especies de antílopes.
En Africa en grupo de Baobabs marca el lugar donde se estableció una antigua aldea. Desde hace siglos es utilizado como lugar en que se reúnen las comunidades de África, y a su alrededor se toman decisiones importantes,ya que es un árbol sagrado. Es símbolo de resistencia, tolerancia, vida comunitaria y longevidad, valorado como manifestación de vitalidad, y dotado de propiedades mágicas. Se le pide nos favorezca en todas aquellas cosas que ocurren en nuestra vida. 


CAPÍTULO V
Cada día aprendía algo sobre el planeta, sobre la partida, sobre el viaje; muy pausadamente, al azar de las reflexiones. Es así como el tercer día conocí el drama de los baobabs.
Fue de nuevo gracias al cordero, porque bruscamente el principito me preguntó, como asaltado por una grave duda:
- Es bien seguro, verdad, que los corderos comen arbustos ?
- Si, es cierto.
- Ah! Me alegro.
No entendí por qué era tan importante que los corderos comiesen arbustos. Pero el principito agregó:
- Entonces comen también baobabs ?
Le hice notar al principito que los baobabs no son arbustos sino árboles grandes como iglesias y que aunque se llevara toda una manada de elefantes, la manada no acabaría ni con un solo baobab.
La idea de la manada de elefantes hizo reír al principito:
- Habría que ponerlos unos sobre otros...
Pero señaló sabiamente:
- Antes de crecer, los baobabs comienzan siendo pequeños.
- Es verdad ! Pero por qué quieres que tus corderos coman los pequeños baobabs ?
Me respondió: "Bueno! Vamos!" como si fuera algo evidente. Y necesité un gran esfuerzo mental para comprender por mí mismo el problema.
Resulta que en el planeta del principito había, como en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas. Por lo tanto buenas semillas de hierbas buenas y malas semillas de hierbas malas. Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una se le antoja despertarse. Entonces se estira, y extiende tímidamente hacia el sol una encantadora ramita inofensiva. Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la puede dejar crecer como quiera. Pero si se trata de una maleza, hay que arrancarla en seguida, en cuanto se la pudo reconocer. Ahora bien, había unas semillas terribles en el planeta del principito... eran las semillas de baobab. El suelo del planeta estaba plagado de ellas. Y de un baobab, si uno se deja estar, no es posible desembarazarse nunca más. Obstruye todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño, y si los baobabs son numerosos, lo hacen estallar.
Y con las indicaciones del principito, dibujé el planeta en cuestión. No me gusta adoptar un tono moralista. Pero el peligro de los baobabs es tan poco conocido, y los riesgos a correr por quien se pudiera perder en un asteroide tan considerables, que por una vez hago excepción a mi reserva. Digo: "Niños! Tengan cuidado con los baobabs !" Es para advertir a mis amigos sobre este peligro cercano, desconocido para ellos tanto como para mí, que trabajé tanto en este dibujo. La lección brindada bien valía la pena. Ustedes se preguntarán quizá: Por qué no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el dibujo de los baobabs ? La respuesta es muy simple: lo intenté pero no lo pude lograr. Cuando dibujé los baobabs estuve animado por un sentimiento de urgencia.

"Es cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Después de terminar la higiene matinal, hay que hacer con cuidado la limpieza del planeta. Hay que obligarse regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue de los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy fastidioso, pero muy fácil."
Y un día me aconsejó esforzarme en lograr un buen dibujo, para meter bien esto en la cabeza de los niños de mi tierra. "Si algún día viajan, me decía, esto les puede servir. A veces no hay problema en dejar el trabajo para después. Pero en caso de tratarse de baobabs, es siempre catastrófico. Conocí un planeta habitado por un perezoso. Había ignorado tres arbustos..."


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